El clima varía naturalmente en todas las escalas temporales. Los cambios pueden obedecer a factores externos; tales como erupciones volcánicas o variaciones en la producción de energía del sol. También pueden ocurrir debido a interacciones internas de los diversos componentes del sistema climático – la atmósfera, los océanos, la biosfera, la capa de hielo y la superficie de la tierra. Estas interacciones pueden ocasionar fluctuaciones bastante regulares, como el fenómeno de El Niño/Oscilación Sur, o cambios aparentemente aleatorios en el clima.
La variabilidad natural a menudo conduce a climas extremos. En escalas de días, meses y años, la variabilidad meteorológica y del clima pueden producir olas de calor, escarcha, inundaciones, sequías, avalanchas y tormentas severas. Tales episodios extremos conllevan un cambio significativo del estado medio del sistema climático, independientemente de su impacto real en la vida y ecología del planeta. En todas las regiones del mundo se producen de tanto en tanto estos episodios climáticos sin precedentes.
La creciente vulnerabilidad humana esta transformando cada vez más los episodios extremos en desastres climáticos. Un episodio climático extremo se denomina desastre cuando tiene un impacto adverso importante sobre el bienestar de la humanidad. En algunas partes del mundo, las catástrofes ocurren de manera tan frecuente que en parte podrían ser consideradas normales. La vulnerabilidad a los desastres se incrementa en la medida en que un creciente número de personas se ven obligadas a vivir en zonas marginales y expuestas a riesgos. En otros lugares, la construcción de propiedades de mayor valor en zonas de alto riesgo está ocasionando una mayor vulnerabilidad.
Se prevé que el cambio climático incremente la frecuencia y severidad de las olas de calor. Un clima más caluroso causará más muertes y enfermedades entre las personas de edad y pobres de las zonas urbanas. Al añadirse a la mayor sequía del verano, el ganado y la vida silvestre estarán sujetos a un mayor tensión térmica, se producirá un mayor daño a los cultivos, y habrá más incendios forestales y las reservas de agua soportarán una mayor presión. Otros impactos probables serán la variación en los desti- nos turísticos y un aumento en la demanda de energía. Mientras tanto, al producirse menos golpes de frío, habrá una reducción de los riesgos propios del frío para los seres humanos y la agricultura, así como una disminución en la demanda de energía utilizada para la calefacción, mientras que a su vez, se extenderá el área de distribución y la actividad de ciertas plagas y enfermedades.
El incremento de los episodios de lluvias intensas podría causar inundaciones de mayores pro- porciones en algunas regiones. Se cree que el calentamiento global acelerará el ciclo hidrológico, lo que aumentará el porcentaje de las precipitaciones en forma de lluvias violentas. Además de inundaciones, esto podría causar más deslizamientos de tierras, avalanchas, y erosión del suelo. Las mayores escorrentías de inundaciones podrían disminuir la cantidad del agua de la superficie utilizada para el riego y otros fines, si bien ello ayudaría a recargar algunos acuíferos.
Es probable que la intensidad de los ciclones tropicales empeore en algunas zonas. Los riesgos incluyen amenazas directas a la vida humana; epidemias y otros peligros para la salud, daños a infraestructuras y edificaciones, erosión costera y la destrucción de ecosistemas como arrecifes y manglares.
Las principales pautas climáticas podrían variar. Aunque se centra en el Pacifico Sur, el fenómeno de El Niño/Oscilación Austral afecta la meteorología y el clima de gran parte de los trópicos. El cambio climático podría intensificar las sequías e inunda- ciones asociadas con los episodios de El Niño en tales regiones. De la misma manera, podrían surgir nuevas pautas para el monzón estival en Asia, que afecta a vastas zonas templadas y tropicales de Asia. Estos probables impactos incluirían una mayor variabilidad anual en los niveles de precipitación de los monzones lo que resultaría en inundaciones y sequías más intensas.
Es difícil predecir las tendencias locales y regionales de los episodios extremos. Por ejemplo, se podría prever que el calentamiento de los océanos tropicales aumente la frecuencia, y tal vez severidad, de los ciclones tropicales. Sin embargo otros factores, tales como la variación de los vientos o los circuitos de las tormentas, podrían contrarrestar este efecto a nivel local. Otro ejemplo: como los modelos climáticos son insuficientes para representar episodios en menor escala, estos tienden a discrepar acerca del cambio en la intensidad de las tormentas en zonas de latitud media.
Aunque los episodios extremos son intrínsecamente abruptos y aleatorios, se pueden reducir los riesgos que acarrean. Se necesita urgentemente mejorar la planificación de la preparación para desastres en muchas partes del mundo, con independencia de que haya o no cambio climático. Una mejor información, instituciones más sólidas y nuevas tecnologías ayudarían a reducir al mínimo las pérdidas humanas y materiales. Por ejemplo, las nuevas edificaciones podrían diseñarse y ubicarse de tal manera que se disminuyan al mínimo los daños ocasionados por inundaciones y ciclones tropicales, al mismo tiempo, que las téc- nicas perfeccionadas de riego podrían proteger de la sequía a agricultores y cultivos.
El cambio climático también tiene potencial de causar episodios excepcionales de gran escala. A diferencia de la mayoría de los episodios extremos, los excepcionales tendrán amplias repercusiones regionales o mundiales y serán esencialmente irreversibles. Entre los ejemplos de dichas calamidades figuran un retraso significativo en el transporte oceánico de aguas cálidas hacia el Atlántico Norte (el cual es responsable del clima relativamente benigno de Europa), una gran contracción o de las mantas de hielo de Groenlandia y el Antártico Occidental (lo que elevaría el nivel del mar de tres metros por año en los próximos 1000 años), y un calentamiento acelerado debido a las reacciones del ciclo del carbono en la biosfera terrestre, y la liberación del carbono proveniente del derretimiento del permafrost o la emisión de metano producto de los sedimentos en las costas. Tales riesgos no han sido todavía cuantificados de manera fiable, pero afortunadamente se prevé que sean bastante bajos.
Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Secretaría sobre el Cambio Climático (UNFCCC).